Vivo mi trabajo como servidora de Dios

Rosa Hornsveld

Rosa Hornsveld. Cuidadora. Holandesa. Torremolinos

Al elegir mi profesión me inspiró enormemente Santa Madre Teresa de Calcuta: ”Dar hasta que duela, no solo dar lo que te sobra, sino dar algo de ti mismo”. Soy enfermera auxiliar con 27 años de experiencia en distintas Residencias de Enfermos Crónicos y Ancianos, incluidos 10 años con Pacientes Terminales.

No fui creyente toda mi vida, pero caminando me reconocí en los valores de la Iglesia. Me convertí y fui confirmada a los 21 años. Cuidé de los niños de la pastoral de las familias, ayudé en una asociación de teatro infantil bíblico y fui corresponsable de jornadas y retiros de juventud. Era miembro de un grupo de oración, que se parece mucho a la primera parte de las reuniones de mi Equipo PROSAC.

Hace tres años y medio, vine a España. La mayor razón de esta aventura era la salud de mi madre y mi añoranza, ya que durante mi niñez viví una temporada en Andalucía. Nuestra amistad con las Carmelitas Descalzas de Madre Maravilla de Jesús en Montemar, nos hizo establecernos en Torremolinos. Nada más llegar, me salió trabajo de cuidadora de una señora española de cerca de 100 años, interna, con un horario de 76 horas semanales.

Vivo mi trabajo como servidora de Dios. El necesita mis manos para Sus Obras. La señora ve cada día la Santa Misa en la tele, eso me da la oportunidad de profundizar mi fe y llevarme una palabrita de la homilía que me acompaña durante el día. Intento dar compañía, amistad, confianza, regularidad, orden, higiene personal, dieta sana y sobre todo Paz. Un buen sentido de humor es imprescindible para mí, se arregla un montón de cosas. Podemos quejarnos de todo, pero eso no cambia nada, solo amarga la vida.

En las dos horas libres que tengo al día, me apunto a clases de baile y al coro. Allí me divierto y me esfuerzo. Además me encanta dar un paseo a la orilla del mar. Siempre me viene a la mente la canción: ”Junto a Ti, buscare otro mar”. En las tardes de las reuniones mensuales de PROSAC, me recargo. Me encanta como cada uno traduce el Evangelio en su vida laboral. Me siento escuchada y valorada, me reconozco en esos compañeros sanitarios.

Veo cada persona como mi prójimo. Soy consciente que mis actos pueden ser la única cosita cristiana que algunas personas vean. Cuando encuentro alguien en la calle pidiendo, le ofrezco comprarle algo de comer. Me impresionó el Papa Francisco diciendo «que tenemos que mirar a la gente a los ojos y esperar hasta que nos miremos».

Echo en falta la enfermería y de vez en cuando voy como voluntaria a la Casa de Acogida Sagrado Corazón de Jesús (Cotolengo) en Málaga. Me gustaría ir más a menudo pero tengo mis limitaciones.

Esta no es la vida que soñé. Pero puedo amar en lo cotidiano y ser fiel en lo pequeño. Espero trabajar algún día en un equipo y, si Dios quiere, algunas horas menos. Echo de menos a mis amigos de Holanda; eso me enseña que estamos de paso en este mundo. Pero me gusta convivir y poquito a poco estoy haciendo nuevas amistades.

Acabo con una frase de San Juan Pablo II: «Se necesita la Misericordia para hacer que toda injusticia en el mundo, termine en el resplandor de la Verdad». No puedo cambiar el mundo entero, pero sí mejorar un pelín mis alrededores, ser testigo del Amor de Dios y poner mi granito de arena. Le doy siempre gracias por tener tanta paciencia y misericordia conmigo.