Amo y trato de ser útil a las personas que sufren dentro y fuera del hospital

IÑAKI AGUIRRE. CELADOR. DONOSTIA

IÑAKI AGUIRRE. CELADOR. DONOSTIA

Después de 35 años de trabajo, la mayor parte del tiempo en cirugía de urgencias, y con 54 años a mis espaldas, sentía que me faltaba algo. Era como si yo participase de una mentira y provocase eso que llaman “vacío”. Gracias a la ayuda de mi amigo Javier, entendí que vivía de espaldas a la única verdad absoluta: Nuestro Señor Jesucristo. Entendí que mi humilde trabajo -soy celador- podía ser gratificante en pacientes en los que el miedo e incertidumbre, y también el dolor, termina por desembocar en sufrimiento físico y moral.

Como cristiano converso y desde una profunda humildad, me siento amado, y por lo tanto, amo y trato de ser útil a las personas que sufren dentro y fuera del hospital. En estos últimos 5 años se ha producido en mí un enorme cambio: pasar de hacer mi trabajo de forma correcta, es decir, cumplir, a sentirlo como algo que contribuye a aliviar al hermano que sufre.

El principal problema es la falta de tiempo por el volumen de trabajo. Aunque con buena voluntad, siempre hay un momento para una sonrisa, palabras de ánimo que alivien el momento, incluso por qué no, una caricia que rompa con la frialdad. Otro problema o dificultad es que va creciendo poco a poco la frialdad, o escasa calidez, en la relación con el paciente en los distintos estamentos que conforman la plantilla de quirófano; no es la actitud mayoritaria, pero sí reseñable. Ante esta situación el comportamiento ideal debe ser aquél que mediante la implicación individual, se pase a una implicación general, aplicando formas y actitudes tan sencillas como: responsabilidad, ser útil con quien lo necesite y sobre todo transmitir alegría entre todos los miembros del equipo, alegría que nos permita ser cálidos y cercanos con el paciente.

En el plano personal reconozco que soy un privilegiado. Tengo en cuenta el mensaje de Jesús. En los pacientes que sufren o tienen un futuro incierto, veo el rostro de Jesús y vuelco mi ternura y amor. El gozo y la plenitud que siento me acerca un poco más en mi tarea al que sufre, y por lo tanto, a Jesús.

Como cristianos, siendo Jesús nuestro principal referente, no debemos de ninguna manera pasar de largo ante la dramática, la terrible crisis económica, que hace que se tambalee el sistema de bienestar social, y como consecuencia, la desprotección de los más desfavorecidos, hasta el punto de provocar graves secuelas morales e incluso físicas. Si somos honestos hemos de alzar nuestra voz para decir: que no son las capas más desfavorecidas quienes han provocado esta crisis, pero sí quienes más la están sufriendo: pérdidas de trabajo, rupturas matrimoniales por tensiones acumuladas, expropiación de vivienda, etc. Es el momento de ser cristianos de verdad con la ayuda de Jesús, de abrazarnos al hermano que sufre, de hacer de su desesperación nuestra desesperación, de manifestarnos en la calle si es necesario, de hacer frente a este sistema demoniaco-financiero que está destruyendo millones de ciudadanos y de familias, de dar la cara por amor a la verdad, por amor a Dios y a nuestros hermanos.

PUBLICADO EN EL BOLETÍN No 49