Gracias a la fe y la fuerza del amor he podido afrontar con serenidad la enfermedad

Carmen Oliete

Carmen Oliete, médico. Calatayud

 

Es el primer testimonio que hago en público. Intentaré transmitiros mis pensamientos lo mejor posible.

Llevo 35 años de vida profesional muy gratificante. Mi profesión es vocacional al cien por cien. Ya desde pequeña mi regalo de Reyes siempre era un botiquín. Todo este tiempo no ha sido un camino de rosas; en él hubo espinas, pero intenté no perder la belleza la rosa.

Comparto con vosotros el testimonio de mi enfermedad. Hace 19 años (1996) me diagnosticaron cáncer de la mama izquierda. Han sido años duros por el tratamiento recibido: radioterapia, tomar durante 5 años una pastillita (tamoxifeno), colecistectomía, intervención de la vesícula, patología pulmonar, por efecto de la radioterapia en pulmón izquierdo. Destaco un pensamiento muy positivo para mí: perdí el miedo a morir y mi única preocupación era llegar a ver a mi hija, que entonces tenía tres años y medio, hacer su Primera Comunión.

En 2007 en una de las revisiones rutinarias, me comunicaron que se había reproducido el cáncer. Estoy segura de que Dios me iluminó, para que mis compañeros, colegas, lo vieran. Tengo que agradecer al profesional médico que no quiso esperar y el Viernes de Dolores me operó. Otra vez la quimio con más efectos secundarios. Me consolaba y daba fuerzas que Jesús sufrió más que yo. Doy gracias a Dios porque mi hija ya ha terminado su carrera de enfermería. En su trabajo de fin de grado sobre el cáncer le preguntaron si había trabajado en algún Servicio de Oncología; a lo que ella contestó, “en mi casa”, pues en mi familia han fallecido de cáncer padres, un hermano, tíos.

los pacientes que vienen a mi consulta procuro siempre quitarles el miedo ante la enfermedad, intento trasmitir mi fe, que es lo que más me conforta. Si me dicen que qué envidia, cómo me tomo la enfermedad, les pregunto si rezan y les digo que recen. Y… el resultado es muy gratificante. Algunos de mis pacientes han venido a darme las gracias porque ningún profesional les había dicho lo que había oído de mí. «A mí no me lo debes–les digo– se lo debes a Dios. Sigue dándole gracias a Él»”.

experiencia del dolor y del sufrimiento, resulta difícil de conciliar con la idea de un Dios Padre que nos ama. El sufrimiento aparece como un absurdo o como un gran escándalo… El enfermo puede pasar por periodos de angustia, ansiedad y depresión… sentirse abandonado por Dios y los demás, incapaz de orar y recibir consuelo… Por qué a mí, se pregunta.

El sufrimiento puede llegar a transformarse en positivo, por el significado que se le dé para nuestra existencia. Yo he tenido la suerte de ver que la muerte de Cristo en la cruz es una demostración del poder del amor sobre el sufrimiento Cristo nos invita a aportar nuestra impotencia, sufrimientos y testimonio para colaborar en la redención. La fe y la fuerza del amor hacen al enfermo capaz de afrontar con serenidad el dolor y de superarlo sin dejar que le aplaste y destruya psicológicamente.

aceptación de la enfermedad requiere humildad. El sufrimiento es como una prueba que madura a quienes lo aceptan; mientras unos salen mejorados de la prueba y maduran… otros por su gran peso no pueden soportarla. En mi caso, descubrí un nuevo sentido para mi vida y puedo actuar conforme a él. Siento una fuerza interior,… como una luz que me mueve a continuar viviendo y a seguir siendo instrumento de servicio para Cristo. La fe me ha fortalecido mucho.

una persona afortunada. Nunca me he preguntado el porqué de esta enfermedad; trato más bien de ofrecerla… He tenido la suerte de que mi entorno ha sido un apoyo imprescindible para sobrellevar mi enfermedad: mi marido y mi hija sobre todo, mis familiares y amigos; la Oncóloga Radioterápica (Paloma), el Oncólogo clínico (Eduardo), el personal sanitario y un sacerdote de Oropesa.

vez pasada la etapa fuerte de tratamiento, me incorporé al trabajo y a vivir el día a día… Me vi mermada en mi memoria y me preocupaba si podría llevar el trabajo diario… Una compañera médico me dijo: «Carmen, no te preocupes, porque este es el precio que tienes que pagar por vivir».

A los pacientes que vienen a mi consulta procuro siempre quitarles el miedo ante la enfermedad, procuro transmitirles la tranquilidad y la fuerza necesaria para esta etapa de la vida, que nos toca vivir, y también mi fe, que es lo que más me conforta, Si me dicen que qué envidia, cómo me tomo la enfermedad, les pregunto si rezan y les digo que recen. Y… el resultado es muy gratificante. Algunos de mis pacientes han venido a darme las gracias porque ningún profesional les había dicho lo que había oído de mí.«A mí no me lo debes–les digo– se lo debes a Dios. Sigue dándole gracias a Él»”.

último, voy a citar de San Juan Pablo II, a quien le tengo un cariño especial y gran devoción, un pensamiento suyo que leí en su Carta apostólica sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano: «El cristiano, al unir sus sufrimientos a los de Cristo, comparte su Resurrección. Pero no es el sufrimiento como tal el que lo logra, sino el amor al que estamos llamados a vivir cuando sufrimos.»

Resumen del testimonio comunicado en el Encuentro diocesano de Profesionales Sanitarios Cristianos el 21 de febrero de 2015