Sembrador de alegría en medio del pueblo

Salvador Jurado Rico

Salvador Jurado Rico. Sacerdote. Málaga

Escribo esta experiencia de la misericordia cuando se están acabando los días para la clausura del año Jubilar de la Misericordia.

El conocimiento de la Palabra de Dios y del Vaticano II: “Iglesia Pueblo de Dios”, “hablar en la propia lengua”, “dar razón de la fe”, así como la lectura de algunos libros, empezaron a fraguar mi vida de discípulo y de apóstol. La catequesis de los niños, el Movimiento Junior, la asociación de vecinos, la formación de la Cooperativa Agrícola del pueblo y mi incorporación a la HOAC, me llevaron a centrar mi mirada y mi tiempo en los más necesitados: la vida de los obreros, de los enfermos, la escasez de recursos, la emigración temporal, la vida de los emigrantes, y mi decisión de responder a la llamada de consagrar mi vida a dar gracias y proclamar las maravillas de Dios al regalarnos a su Hijo, Jesucristo, hecho hombre para enseñarnos con su vida la manera más humanizadora de vivir nuestra historia: “pasó haciendo el bien”. Tarea siempre nueva en cada persona, en cada comunidad.

Plantearme ser cura cercano e inmerso en el pueblo me llevó a estudiar Enfermería antes de ser ordenado sacerdote en 1985. Los años de estudios, las prácticas y los tres meses de trabajo como enfermero, han marcado mi ministerio.

Desde 1994, ejerzo como Capellán en Hospitales Públicos. La jornada laboral en ellos la dedico a cuidar la Capilla, para que sea acogedora, a celebrar la Eucaristía, atender la poca demanda y sobretodo a salir al encuentro de los profesionales, los enfermos, los familiares de los que están en el Servicio donde cuidar el espíritu es de gran importancia para afrontar adecuadamente las dolencias del cuerpo. Es una gozada hacer trabajo de campo: «salió el sembrador a sembrar con alegría, humildad, autenticidad, con tiempo, con paciencia, con respeto, con entrega, con humanidad, con escucha, con interés por el otro» «Al ir iban llorando llevando las semillas, al volver vuelven cantando trayendo las gavillas».

La mies es mucha, los obreros pocos. De ahí la necesidad de cuidar mi responsabilidad. El Señor Jesucristo es quien maneja mi barca, a pesar de todo, y quien llena todo mi vivir, de ahí la importancia de la oración, vivir con Él, configurarme con Él en el trato con los enfermos, familiares, en el hospital, en la calle… Todo ello lo compagino en los últimos años con la Pastoral de Sordos, Ciegos, HOAC. Cuido mi ser especialista en Cristo para mejor seguirle como haría Guillermo Rovirosa. Me organizo y cuido para prestar el mejor servicio al Reino de Dios, al bien común. Intento progresar adecuadamente en ser misericordioso como el Padre, poniendo toda mi carne en el asador, con alegría, cantando, bailando, riendo, llorando, orando, ‘estando’, alentando, acompañando, compartiendo en vivo y en directo, afianzando algunas convicciones: «no basta la buena voluntad, es necesaria una buena teoría para un buena práctica». Los problemas vienen de no dar la mejor respuesta, de no aceptar la realidad y no llevar con alegría y con dignidad tu vida.

Los frutos de todas estas vivencias, para mí y para los demás, me ayudan a continuar sembrando en: bodas, bautizos, funerales, unciones, cumpleaños, excursiones, cenas, encuentros…