Trabajo por transformar la realidad que me rodea

Herminia Río López

TRABAJO POR TRANSFORMAR LA REALIDAD QUE ME RODEA

Herminia Río López, Enfermera, Linares

Hay profesiones que son fundamentalmente vocacionales, y la enfermería lo es. Mi vocación ha ido creciendo conforme han ido pasando los años, 23 desde que ejerzo. Trabajar como enfermera de familia, me ha dado y me sigue dando, la oportunidad de formar parte de la vida de muchas personas.

Ahora trabajo en un Centro de Salud de Linares, una zona descrita por la Consejería de Salud “con necesidades de transformación social”. No sólo centro mi atención en el paciente, sino que también lo veo dentro de su contexto, de la familia y la comunidad en la que vive. La familia es la mayor fuente de apoyo social y personal de que pueden disponer las personas; sobre todo, en los periodos de dependencia como la niñez y la vejez. Por desgracia, muchas de las familias con las que trato no ejercen esa función; y esos niños y ancianos están expuestos y son vulnerables. En algunas ocasiones esto me hace sentirme impotente, pero en muchas otras me da fuerza para seguir realizando mi trabajo, desde un compromiso transformador de la realidad que me rodea y en la creencia de que el Reino se construye aquí.

La comunidad es otro espacio importante de actuación para una enfermera de Primaria. Trabajar con y para la comunidad es algo gratificante que me gusta realizar. Colaborar en temas de prevención es una tarea fundamentalmente educativa y formativa, la cual permite proponer y obtener cambio de conductas en las personas. Detrás de todo este proceso está hacer que las personas sean gestoras de su propia salud.

En el ejercicio de mi profesión, he pensado con frecuencia qué podía hacer yo ante ciertas situaciones. Mi fe me proporcionó siempre la solución: estar atenta para captar lo que las personas con las que trato quieren y necesitan.

Recuerdo con cariño a mis pacientes, sobre todo de aquellos que ya disfrutan de la presencia del Padre: la aceptación de su enfermedad; la sonrisa con la que se fueron; y la rabia con que algunos dejaron este mundo.

Doy gracias a Dios porque después de tantos años de profesión, sigo sorprendiéndome ante la capacidad del ser humano para levantarse ante tantas caídas.

Soy consciente de mis limitaciones, de mi incapacidad para resolver tantos problemas con los que me encuentro, pero si mis pacientes ven en mí gestos de ternura y aprecian la sensibilidad con que sus problemas son acogidos, estoy convencida de que les será más llevadera su enfermedad.

Me motivan y me llenan, no sólo en mi trabajo, sino en toda mi vida, las palabras de San Juan de la Cruz: Al atardecer de la vida te examinarán en el amor.

 

Publicado en el Boletín PROSAC n. 51 (2012)